Los fósiles, testigos del pasado
En raras ocasiones, los restos de un organismo se pueden mineralizar, en vez de descomponerse sin dejar rastro. Estos restos se conocen como fósiles y son una réplica exacta del organismo original.
Los fósiles más frecuentes son los huesos, conchas o caparazones, aunque también se pueden encontrar fósiles de plantas.
El proceso de fosilización ocurre pocas veces, por eso los restos fósiles son escasos.
Su estudio ha permitido conocer la existencia de seres tan increíbles como los dinosaurios, mastodontes o mamuts.
Los fósiles se conocen desde la antiguedad. Su estudio ha hecho ver en ellos a animales mitológicos o extrañas criaturas que jamas existieron.
La realidad es que los fósiles son evidencias petrificadas que nos indican que otras especies han poblado nuestro planeta.
Suelen encontrarse en rocas formadas a partir de acúmulos de sedimentos o de fangos de modo que los restos fósiles más recientes son aquellos que aparecen en los estratos superiores y a medida que profundizamos se encuentran los mas antiguos.
Las
partes duras como huesos, dientes y conchas se fosilizan gracias a un proceso
denominado permineralización. Una
vez que el animal muere, las partes blandas son consumidas por los carroñeros y
descomponedores. Si antes de que los huesos también sean descompuestos son
cubiertos por sedimentos, con el tiempo los minerales que forman parte de los
sedimentos son disueltos por acción del agua y penetran a través del tejido
poroso de los huesos, endureciéndolos y permitiendo así que se conserven.
Cuando los minerales sustituyen por completo al tejido óseo, se habla de un
proceso de reemplazo o mineralización.
Los
fósiles de muchos invertebrados que carecen de partes duras generalmente corresponden
a moldes naturales. Cuando el organismo es sepultado por
sedimentos, no hay tejidos porosos para ser reemplazados, de manera que una vez
se descompone el organismo toda la cavidad resultante se rellena con minerales,
los cuales al endurecerse forman un molde de piedra del original. De
acuerdo con el tipo de sedimentos en donde se fosiliza un organismo, se
distinguen tres procesos principalmente. La calcificación ocurre cuando el organismo queda enterrado en
sedimentos ricos en carbonato de calcio, sustancia componente de las rocas
calizas que reemplaza la materia orgánica del organismo. La silicificación ocurre principalmente en
ambientes en los que el agua tiene abundante sílice disuelta y ésta reemplaza
al material del organismo. La piritización
ocurre cuando el ácido sulfhídrico producido durante la descomposición
reacciona con el hierro disuelto en el agua formando pirita, la cual ocupa los
poros de los restos del organismo.
La
fosilización de los restos vegetales generalmente se da por carbonificación. Cuando los organismos
vegetales quedan “planchados” bajo muchas capas de sedimentos sus
constituyentes se evaporan y sólo queda el carbono que forma una capa negra
delgada adherida a la roca. Así se han conservado también algunos peces y
artrópodos.
Gracias al estudio de los fósiles encontrados en una serie de estratos superpuestos es posible conocer el proceso evolutivo en el intervalo de tiempo correspondiente a dicha serie estratigráfica.
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